(por Germán Gutiérrez y Carolina Ochoa)
UCAM. ¿Qué es el amor?, le preguntamos a los jóvenes de nuestra parroquia hace unos días en un conversatorio que tuvimos sobre sexualidad. “Es difícil de expresar, pero sabes que es amor cuando lo sientes”, “Bueno, depende de si es al novio o a los padres, por ejemplo”, fueron algunas de las respuestas que recibimos.
La buena noticia es que ¡sí es posible! San Juan Pablo II en su mensaje a los jóvenes con ocasión de la XIX Jornada Mundial de la Juventud de 2004 ofrece una definición de amor que resulta válida sin importar si la relación es de hermanos, amigos, novios, esposos, etc.:
Amar no es sólo un sentimiento; es un acto de voluntad que consiste en preferir de manera constante, por encima del propio el bien, el bien de los demás: “Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13)
La definición nos hizo sentir en terreno seguro, porque con ella la palabra “amor” pasa de ser algo abstracto, con un significado vago y maleable, a ser algo muy concreto. Entonces, para saber si alguien me ama solo tengo que analizar si esa persona, a través de sus palabras y actos, quiere y escoge de forma constante mi bien. Y para descubrir si amo a alguien cuento con más recursos aún, porque también puedo revisar si quiero y elijo el bien de esa persona incluso con mis pensamientos. No parece difícil.
Definir el amor nos deja más cerca de la respuesta a nuestra pregunta. Ya solo faltaría determinar si las relaciones sexuales durante el noviazgo son un bien para los novios para descubrir si efectivamente son una expresión de amor.
Pero ¿cómo saber si son un bien? Una manera de hacerlo es revisar lo que las relaciones sexuales traen como consecuencia. Por naturaleza, una relación sexual puede traer la concepción de un hijo y el fortalecimiento de los lazos de unión entre la pareja. Ambos fines son en sí mismos buenos, pero ¿qué pasa cuando se dan en el marco de un noviazgo?
Los hijos siempre son un bien, son un regalo de Dios y por eso se deben recibir con alegría y gratitud en cualquier circunstancia. Sin embargo, sabemos que el noviazgo no es el contexto ideal para que ellos puedan alcanzar su pleno desarrollo.
¿Y qué hay de la unión que trae la relación sexual? Dios, creador no solo de la dimensión espiritual del hombre sino también de la física, se encarga de armonizar la una con la otra. Durante la relación sexual se secreta una hormona denominada oxitocina que, como parte de sus funciones, nos genera una sensación de apego y confianza hacia el otro, lo que aumenta la unión entre la pareja. Dentro del matrimonio, esa unión con la que la hormona nos da una mano resulta muy valiosa, dado que nos permite valorar más las virtudes del cónyuge, minimizar sus defectos y ser más tolerantes con sus errores. Efecto maravilloso cuando se trata de una relación para toda la vida, ¿no creen?
Revisemos ahora lo que la consecuencia unitiva de la relación sexual produce en el noviazgo. El propósito del noviazgo es nada más ni nada menos que elegir adecuadamente a la persona con la que vamos a pasar el resto de nuestra vida, al padre o madre de nuestros hijos: nuestro cónyuge. Para poder hacer una buena elección es indispensable que conozcamos a la persona lo mejor posible: sus valores e ideales, sus virtudes y defectos, sus metas y proyectos. Y la consecuencia unitiva de las relaciones sexuales no solo no ayuda, sino que dificulta nuestro conocimiento del otro.
Gracias en gran parte a la sensación de confianza y apego que produce la oxitocina, las relaciones sexuales en el noviazgo nublan nuestra visión, pues hacen que maximicemos las virtudes del otro y minimicemos sus defectos, que veamos sus valores, ideales, metas y proyectos como muy cercanos a los nuestros o, peor aún, que sintamos que esto no es algo importante. El efecto es que la imagen que nos hacemos del otro resulta más cercana a lo que yo deseo que él sea que a la realidad. El noviazgo entonces pierde su misión, deja de cumplir su propósito: permitir la elección adecuada del cónyuge.
Incluso si logro percibir que el otro no es la persona apropiada para mí o no es el padre o la madre que quiero para mis hijos, el apego que produce la intimidad sexual hace mucho más difícil terminar la relación. Seguramente muchos hemos tenido la oportunidad de conocer o vivir en carne propia relaciones enfermizas que continuamente terminan (“esta vez sí de verdad”), aunque solo es cuestión de tiempo para encontrarlos juntos otra vez, y de un tiempo más para que vuelvan a terminar.
A mayor apego, mayores heridas. Así que, aun si logro vencer los dos retos anteriores y termino la relación de forma definitiva, las heridas con las que quedo tienden a ser mayores que las de las personas que tuvieron noviazgos en castidad. Heridas que hacen más dura la “tusa” (en Colombia, el tiempo de recuperación después de una ruptura) y más larga la sanación. Heridas que incluso puedo llevar conmigo a futuras relaciones disminuyendo mis probabilidades de éxito y aumentando la posibilidad de herir y ser herido nuevamente.
Y ya que hablamos de heridas, estas pueden no ser solo emocionales… Ya sabemos que cuando hay relaciones sexuales en las que alguno de los dos ha tenido anteriormente otro compañero existe la posibilidad de adquirir una, o varias, enfermedades de transmisión sexual (ETS). No hemos incluido las ETS dentro de las consecuencias naturales de las relaciones sexuales; efectivamente, no lo están si estas se viven de acuerdo con el plan de Dios, es decir, únicamente en el matrimonio. Pero si las vivimos en el noviazgo debemos estar preparados para un posible contagio, incluso empleando anticonceptivos de barrera.
Fuimos hechos para relaciones de pareja para toda la vida, relaciones exclusivas e incondicionales, para tener hijos con padres presentes. Y aunque la cultura cambie, nuestra esencia no cambia y en el fondo de nuestro ser no estamos dispuestos a conformarnos con menos.
Nuestro cuerpo habla por sí mismo, y lo que está diciendo con las relaciones sexuales en el noviazgo es: “Quiero disfrutarte ahora, pero no sé si quiero estar solo contigo, toda la vida contigo, en cualquier circunstancia contigo. No sé si estoy dispuesto a tener hijos contigo”. Ese mensaje va en contra vía de lo que somos, va en contra vía de ese amor incondicional exclusivo hasta la muerte para el que estamos hechos.
Entonces, si el amor es el “acto de voluntad que consiste en escoger de manera constante el bien del otro”, ¿son las relaciones sexuales durante el noviazgo una expresión de amor?
Saquen sus propias conclusiones.