Alejandro Macarrón: “Se destaca lo que penaliza un niño, pero no la maravilla de tenerlo y criarlo”

RevistaMisión En 2023, España tuvo la cifra más baja de nacimientos desde que existen registros. A su vez, la mitad de los españoles ya no se casa. Alejandro Macarrón, coordinador del Observatorio Demográfico del CEU, analiza para Misión la realidad de un país que no tiene hijos ni quiere vínculos fuertes y duraderos.

España no llega a 1,2 hijos por mujer. ¿Cómo ve la situación actual?

El diagnóstico es muy malo. Nacen menos niños de los necesarios para el relevo generacional y vamos hacia peor. El 40 % de las mujeres no tiene hijos, un 20 % tiene uno, un 28 % dos, un 9 % tres y hay un 3 % con cuatro o más. Sigue habiendo quien tiene tres o cuatro hijos, pero hoy son minoría.

¿Cómo ve  el contexto mundial?

Si siguen las cosas así, dentro de entre 15 y 30 años la población mundial empezará a decrecer. El máximo de nacimientos se tocó hace 10 años. Desde entonces nacen menos niños que el año anterior.

¿Qué provoca esta crisis de natalidad? 

El número de hijos por mujer empezó a caer en los países desarrollados hace unos 150 años. Al mismo tiempo cayó, incluso más, la mortalidad infantil. En España, en 1880, la mitad de los niños que nacían no llegaban a lo 12 años. O se tenían muchos niños o la sociedad decaía  y esto generó una cultura pronatalidad. Esa tendencia se quiebra en el siglo XIX.

¿Cómo afecta la crisis del matrimonio?

Tener hijos es hacer la mayor inversión de tu vida. Pero hoy casi la mitad no se casa, y de los que sí lo hace, la mitad se divorcia. Sólo el 25 % permanecen unidos para toda la vida. Eso es un desastre. Y encima los hijos de divorciados se divorcian mucho más.

¿La caída de la natalidad va unida a la descristianización?

Por supuesto. La gente más religiosa tiene más hijos. Hoy ni para las élites ni para el pueblo los valores cristianos cuentan, y son estos los que permiten ver la paternidad como un gran tesoro, a pesar del sacrificio y del compromiso que entraña. Si la gente cree que el matrimonio es algo sagrado y que hay que estar abierto a la vida, esto tiene un efecto evidente en su existencia.

El gran argumento que se ofrece hoy es económico…

Los factores económicos en lo importante no tienen la menor incidencia. Quienes más hijos tienen en España son el segmento posiblemente más pobre: los musulmanes. Ellos y los cristianos muy religiosos, que pueden ser de clase alta o no. Los funcionarios, con empleos estables, tampoco tienen muchos niños. En plena guerra civil nacían muchos más niños que ahora.

 

¿Es entonces una cuestión cultural?

Es fundamentalmente cultural. Si una sociedad quiere niños, ya sea por presión del pueblo o por los votos,  el político haría lo imposible porque hubiera más. Pero si no se conciencia de que es mejor tener niños y no se fomenta la estabilidad matrimonial, las personas no se embarcan en esta aventura.

¿Existe hoy una ausencia de responsabilidad social?

Lo que me enfada es que se presuma de no tener hijos. Si todo el mundo actúa así, sería el caos. No habrá quien les cuide o quien produzca lo que necesitan. Muchos no ven esta responsabilidad para consigo mismos ni para con los demás.

¿Qué consecuencias tendrá esto?

Lo peor es el desierto afectivo, pues la persona no genera esa red de afecto personal, esa continuidad familiar y personal. En los últimos 50 años se ha multiplicado por seis el porcentaje de personas que viven solas en España. La soledad es especialmente dura en la sociedad moderna. Esto no lo cura la inmigración. Yo no puedo importar un niño o un adulto para que sea el hijo que no tuve.

Vamos hacia una sociedad anciana…

Y la democracia se está convirtiendo en una gerontocracia. Esto lleva a que se estruje fiscalmente a la gente que produce. Los pensionistas son el segmento electoral más homogéneo. Hoy día es el más poderoso. No es culpa de ellos, el político sabe dónde están los votos.

¿Cómo será una sociedad de individuos que han crecido solos?

Más pobre. No es que ser hijo único sea lo peor, pero no es lo ideal. Los hermanos juegan y se pelean, negocian, cooperan y compiten continuamente. Eso genera unas habilidades. En China sufren las consecuencias del experimento social del hijo único. La llaman  “la sociedad de los pequeños emperadores…”.  Para la formación como ser humano es mucho mejor tener varios hermanos, sin duda.

Pero no se destaca lo bueno…

Sólo se hace énfasis en lo que cuestan los niños y así se justifica que tener hijos  “no compensa”. Se destaca lo que penaliza, pero no se pone en valor la maravilla de tener un niño y criarlo, y de lo que compensa afectivamente.

¿Por qué no es un tema prioritario para los gobernantes?

Es un problema que avanza lentamente y el ser humano se mueve más por problemas agudos. Es incómodo para los políticos, porque muchas personas no tienen hijos. El que busca votos tiene miedo de molestar a parte de sus electores. Luego hay ideologías antinatalidad como el feminismo. Y prefieren fomentar leyes como la del aborto o el divorcio exprés.

 

¿Es posible cambiar estas políticas?

Es importante la sociedad civil. Si no buscas el voto,  puedes decir que el rey está desnudo, pero si estás en la corte, no puedes porque vas a las mazmorras, aunque el rey esté desnudo y todo el mundo lo sepa. Hay que pedir que haya hijos, no para garantizar las pensiones, sino porque es bueno para las personas y para la sociedad.

¿Cómo revertir esta situación?

Hay que contar la verdad a la sociedad  desde la escuela. Si no tenemos niños, nos espera un futuro muy gris y no es justo para quienes sí los tienen. Las élites, que son las que tienen más influencia, tienen que ser pronatalidad.

¿Algo más?

Hay que hacer un cambio en el Estado. Las personas que tienen hijos tienen un gasto en crianza que redunda en favor de la sociedad. Tienen que tener mucha menos carga fiscal. Hay que favorecer la estabilidad familiar y desincentivar el divorcio, mostrando el daño que se hace a los hijos. Y cambiar el que el Estado sea anticristiano. Los católicos tienen unos valores estupendos para una sociedad, porque generan estabilidad y producen un bien para la sociedad.