El matrimonio Arnolfini (1434) es uno de los cuadros más célebres de la historia del arte. Cargado de una rica simbología, es una obra emblemática de Jan Van Eyck, maestro flamenco de finales del siglo XIV y principios del XV, donde hace un alarde de virtuosismo íntimo y un manifiesto de las verdades fundamentales del matrimonio.
Pocos saben que esta obra perteneció a las colecciones reales. Desde Flandes llegó a España de la mano de María de Hungría, singularísima mujer, gracias a la cual disfrutamos hoy de El descendimiento de Van der Weyden en el Museo del Prado. Colgó de los muros del palacio del Buen Retiro y tras varias vicisitudes, fue torpemente regalado por Fernando VII al duque de Wellington.
- Los esposos. Se trata del rico mercader de origen italiano Giovanni Arnolfini, afincado en Brujas y buen amigo del pintor, que recrea la escena de un compromiso del que él mismo sería testigo, como reza en la inscripción sobre el espejo al fondo: “Jan Van Eyck estuvo aquí”.
- Lenguaje corporal. Giovanni, ricamente vestido, toma delicadamente la mano de su esposa, que la ofrece en un gesto de dócil entrega. Con la otra mano la bendice con ademán sacerdotal, señal de su ministerio como marido, y ella, por su parte, se recoge el vestido sobre el vientre, signo de su deseo de maternidad fruto precioso de la unión matrimonial.
- Un lugar sagrado. Por aquella época, el sacramento del matrimonio no tenía por qué celebrarse necesariamente en un templo, sino que podía ser en un espacio íntimo, con la presencia de un sacerdote y un par de testigos. En este caso sucede en una habitación, que se convierte en un lugar sagrado, lleno de símbolos de bendición y buenos deseos para los esposos.
- Reflejo de Cristo. El artista miniaturista decora el espejo al fondo con escenas de la Pasión, un objeto devocional de los muchos que hay en sala, que nos devuelve a la imitación de Cristo en su humanidad, una constante presente en la espiritualidad de la época. Testigos en este espejo, también podemos ver el reflejo del sacerdote y dos testigos, uno de ellos el propio pintor, amigo de la pareja. Como lámpara encendida, la presencia de Dios, como quien sella esta unión, viene claramente referida en esa única vela encendida en la lámpara candelabro del techo.
- El altar de la alianza. Su lecho matrimonial es concebido como un altar vestido con una rica tela roja, color no exento de connotaciones dolientes.
- Fecundidad. La bendición de los hijos y el deseo de fecundidad queda reflejado en numerosos símbolos: frutos como las naranjas al pie de la ventana, la escultura de santa Margarita de Antioquía, patrona de las embarazadas, sobre el cabecero de la cama, el ramillete junto a ella, o el color verde esperanza del vestido de la novia… Hasta el propio gesto de la esposa tocándose elvientre indica su deseo de maternidad.
- Descalzos. Como Moisés ante la Zarza, los esposos se quitan los zuecos, que podemos ver en el suelo como signo de que pisan un lugar sagrado.