ElEspañol. «Me preocupa el reloj biológico pero también confío mucho en Dios, y si quiere que tenga hijos, los tendré”. Esta frase la ha manifestado Tamara Falcó, VI marquesa de Griñón, en la revista ¡HOLA!, que publica en exclusiva los fervientes deseos de la influencer de ser madre a los 42 años y cómo aspira a conseguirlo:
“Desde hace varios meses, estoy con un método natural que se llama Fertilitas. Me lo comentó una amiga y es un método para medir tu cuerpo y asegurarte de que estás bien. Es natural. Una amiga empezó en enero y me dijo ‘si lo llego a saber, lo hubiese empezado antes de casarme (…) Te van estudiando tu cuerpo. Aunque es laborioso, es un proceso muy bonito’”.
Realmente, Fertilitas es una empresa con ánimo de lucro que proporciona “una respuesta médica, ética y natural acerca de cómo quedar embarazada”, según explican, y el método que emplean es la Naprotecnología. Pero, ¿qué es? “Aunque Naprotecnología es una marca, a día de hoy sería similar a la medicina restaurativa de la fertilidad. En esta medicina, el médico investiga a fondo las causas de infertilidad o esterilidad que puede tener una mujer, o un hombre, con miras a encontrarlas, ponerles solución, y una vez sanadas, quizá se podría buscar tener hijo con el método natural. Pero no prometen bebés, sino ganar en salud y, gracias a ello, aumenta la posibilidad de concebir”, explica a EL ESPAÑOL Venancio Carrión (Barcelona, 1978), presidente de la Asociación Española de Naprotecnología.
Las tres familias consultadas por este medio, en este sentido, han tenido dificultades a la hora de concebir a sus hijos. Dificultades que incluso han atravesado los años ocasionando que pasaran malos momentos. Eso sí, las tres parejas coinciden en que, como son “creyentes y religiosos” –al igual que la marquesa de Griñón–, no querían probar con la fecundación in vitro o de reproducción asistida, ya que es algo que va en contra de su moralidad. Por eso apostaron por la Naproteconología “sin saber” si podían tener un bebé o no.
Este método, no obstante, es de origen estadounidense. Lo desarrolló el doctor en ginecología Thomas W. Hilgers, director del Instituto Pablo VI para el Estudio de la Reproducción Humana y del Centro Nacional de la Salud de la Mujer de Omaha, Nebraska. Y con él se refiere “al estudio y tratamiento de la infertilidad eminentemente femenina, utilizando como fundamento para los diversos estudios y tratamientos médicos el registro del ciclo menstrual con el método Creighton, de un modo que permita y favorezca la concepción respetando la naturaleza del acto conyugal y del ciclo de la mujer”, explica Carrión.
Sea como fuere, este método no lleva mucho tiempo en España. Algo más de 10 años. Y desde entonces “han nacido cerca 500 bebés gracias a la Naprotecnología”, añade Carrión. Dos de ellos, de hecho, fueron sus propios hijos, Marc y Álex, concebidos junto a su mujer, Jordina Fabrés (Barcelona, 1982). Marc fue el primero de la Ciudad Condal y el cuarto de España y nació en 2016, cambiando por completo la vida de sus padres. “Esto podría no haber ocurrido, pero gracias a Dios lo pudimos tener”, valora la madre. Algo que también busca Tamara Falcó tras contraer matrimonio recientemente con Íñigo Onieva.
La lucha Venancio-Jordina
“No sé cómo le habrán orientado a Tamara Falcó y aunque tenga un deseo lógico de ser madre, serán los resultados del estudio y los tratamientos médicos que puedan derivar de ellos los que finalmente actuarán o no. Ella debería también estar preparada por si finalmente no puede concebir”, estima con cautela Venancio Carrión, que ya lleva más de 10 años especializado en Naprotecnología a causa de sus propias circunstancias personales.
Se casó con su mujer, Jordina Fabrés, cuando ella tenía 26 años y él, 30. Eran unos jóvenes apasionados con la vida con ganas de ser padres “cuando llegara”. Sin prisa, pero sin pausa. Y así pasó el primer año de matrimonio; el segundo… “Al principio los médicos nos decían que era cuestión de tiempo y no quisieron valorar la situación a fondo, pero pasados los años empezamos a preocuparnos”, dice Jordina a este diario.
Tanto es así que en los siete años que estuvieron intentando tener su primer hijo, Jordina estuvo con “tres o cuatro ginecólogos distintos”. “Miraban, pero no profundizaban, y lo único que nos recomendaron fue la fecundación in vitro, pero no a nosotros no sólo no nos gustaba la idea por nuestra religiosidad, sino por las pautas rígidas del método, que incluso están fuera del acto sexual”, se sincera esta madre.
Lo que sí probaron, en tres ocasiones, fue la inseminación homóloga. Sólo hubo una fecundación, pero no salió hacia adelante y decidieron dejar ese camino porque lo estricto y cuadriculado que es el método. “Podía incluso costarnos el matrimonio”, valoran. En este contexto, y asimilando que no podrían ser padres de manera biológica, se lanzaron a intentar adoptar. Su perfil era tan idóneo que la Generalitat de Cataluña incluso les permitió “adoptar a dos hermanos de sangre”.
Los buscaron primero en Perú, y luego, en Colombia. “Y se cerraron los dos países y con ello la posibilidad”, dice Jordina. Era 2011 y Venancio y ella habían estado acudiendo a un curso pastoral familiar del Instituto Juan Pablo II y “una profesora un día habló por encima de la Naprotecnología”. Algo que pasaría desapercibido hasta que, el 24 de diciembre, y tras el varapalo de no poder adoptar, Jordina recordó el término. “Me puse a investigar y ese mismo día llegué a contactar con la doctora María Victoria Mena, de Zaragoza, que era ginecóloga con conocimientos en Naprotecnología”, añade Jordina.
Con ella y gracias los “10 meses de estudio” de los ciclos hormonales de Jordina, las analíticas médicas, etc., y las analíticas de Venancio, descubrieron por qué no habían podido concebir. “Yo tenía bajos niveles de progesterona, la hormona necesaria para, por ejemplo, que se asiente bien el embrión y mi marido era celíaco, lo cual afecta a su seminograma. Yo empecé a regular mi hormona y él a adecuar su dieta”, explica Jordina. Y aparte seguían intentándolo porque querían ser padres y, como dice Venancio con gracia, “para ganar la lotería, hay que jugar”.
Y lo consiguieron. Ambos fueron padres del primer bebé nacido en Barcelona gracias a la Naprotecnología –y cuarto en España– en 2016. Marc nació sano y su hermano Álex, nacido en 2019 gracias a este método, también. “La doctora fue la que se dio cuenta de que tenía un problema de anidación y no de fecundación. Y lo hizo tras un exhaustivo estudio que duró 10 meses. Ella nunca me garantizó que pudiéramos tener un hijo, pero al menos nos dio la posibilidad de saber por qué y de intentarlo”, dice, agradecida, Jordina. Por ello, Venancio y ella se lanzaron a dar a conocer esto en España “sin ánimo de lucro”, porque a ellos les cambió la vida. “Lo haríamos también aunque no hubiésemos podido tener a Marc y Álex, porque la Napro nos dio la opción de saber qué nos pasaba y mejorar en salud”, concluye.
El «empoderamiento» de Sara
Aunque Venancio y Jordina hayan sido de los primeros padres en tener hijos gracias a la Naprotecnología, no han sido los únicos. Por ello, la influencer Tamara Falcó se ilusiona con ello, aunque debiendo conocer “que el método no promete bebés”. Sara Díaz (Torrijos, Toledo, 1986) lo tuvo claro desde el principio. “Aunque no garantice que los puedas tener, lo vi como un método bueno que te empodera como mujer. Pienso que es importante conocer tu cuerpo, saber qué días eres fértil, cómo es tu ciclo menstrual, tu moco cervical, etc. Es un método de auto conocer nuestro cuerpo con cosas que no se enseñan en los libros de biología”, opina esta madre al otro lado del teléfono.
Ella se casó con su marido, Juan Francisco Bermejo (Torrijos, Toledo, 1983), en junio de 2016 y también empezaron a tener dificultades para tener hijos. “Por aquel entonces, comenzamos a acudir a un curso sobre métodos naturales de reproducción en el Centro de Orientación de la diócesis de Toledo. Nos contaban cómo funcionaba el ciclo menstrual, los días fértiles, etc. Y a partir de ello me interesé por conocer mi ciclo particular porque llevaba un anillo hormonal anticonceptivo desde hacía años por mis períodos con sangrado abundante. Mi ginecólogo me decía que todo bien, pero yo sentía que fallaba algo”, se sincera Sara.
“Así que empecé a registrar mis ciclos menstruales, sus características, etc., y descubrimos que durante 14 meses no había podido ovular ni un mes. Y, claro, sin ovulación no hay embarazo”, describe Sara. La diócesis, en este sentido, le dijo que no podría ayudarla por falta de medios. A partir de ahí Sara y Juan Francisco empezaron a investigar la Naprotecnología hasta llegar a la ginecóloga María Victoria Mena, que fue pionera en España en este saber.
“Ella, analizando mis gráficas, detectó que tenía falta de progesterona y que tenía varias intolerancias alimentarias. Por ello, me dio una dieta y unas vitaminas ajustadas a mis problemas y suplió el déficit con un aumento de progesterona”, recuerda. En consecuencia, su ovulación se estimuló y se quedó embarazada en 2017 de su primogénita, Fátima. “Nació el día de Navidad, así que fue un bonito regalo”, dice. Luego, en 2021, “también acompañada con la Napro, nació Jacobo”, añade.
Pero los problemas volvieron cuando siguieron buscando hijos. “Me di cuenta de que estaba embarazada un viernes y el miércoles siguiente me dijeron que lo había perdido. La Seguridad Social no le dio importancia, así que volví a acudir a la doctora Mena y me diagnosticó una infección en el endometrio y me recetó antibiótico”, recuerda. Una vez sanada y tras meses de Naprotecnología lo volvió a intentar y ahora está embarazada de 22 semanas de una niña a la que llamará Catalina. “En mi caso me ha servido para tener hijos, pero si no hubiese sido así no hubiese pasado nada, porque me ha ayudado a restaurar mi salud”, atestigua esta madre de dos niños –y un tercero en camino–.
Cuando no había Napro, llegó Mateo
Falcó ha reconocido en ¡HOLA! que la Naprotecnología llegó a su vida por el boca a boca. “Mi amiga me habló del tratamiento”, decía. Es común que el boca a boca juegue un papel entre los padres que han recurrido a este método. Así fue el caso de Raquel Pérez (Barcelona, 1989) y Pablo Gómez (Barcelona, 1987), que conocieron este método de medicina restaurativa de la fertilidad por el caso de Venancio y Jordina, antes mencionado.
En el suyo, esta pareja se casó en 2014 y desde ese momento se plantearon agrandar la familia. “Pero no me quedaba embarazada y los ginecólogos me decían que era psicológico; que como tenía tantas ganas yo misma estaba poniendo trabas”, recuerda Raquel en conversación con este diario. Pasaron años de estar en esta situación y los propios ginecólogos les sugirieron a Raquel y Pablo iniciar técnicas de reproducción asistida. “No las queríamos, porque somos creyentes, y pensábamos que si mi cuerpo no estaba preparado era por algo. Dios pone las cosas en nuestro camino”, dice esta mamá.
Y ahí fue, en 2016, cuando saltó a los medios la noticia. Nace el primer bebé en Barcelona con la nueva técnica de la Naprotecnología, rezaba, por ejemplo, el titular de la agencia EFE. Los conocidos de Raquel y Pablo le hicieron llegar esta información sabiendo lo que les estaba pasando. Y se pusieron en contacto con Venancio, quien a su vez les compartió su experiencia. “Eso sí, cuando viene una pareja nueva a pedir asesoramiento yo le suelo decir que no es fácil, que el método es de un año o año y medio y que su fin no es tener un bebé, porque no hay una garantía de ello”, explica el presidente de la Asociación Española de Naprotecnología.
Pero Raquel y Pablo aceptaron las condiciones. Querían ver qué les pasaba, así que también acudieron a la consulta de la doctora María Victoria Mena. “Era intentar el camino más natural. Ella quería estudiar bien el caso”, opina Raquel. Tras realizarle varias pruebas y analizar también los registros del ciclo de Raquel, la médico le diagnosticó endometriosis. Había que operar. Y lo hicieron en 2017 en Barcelona. “Al abrir, vieron que estaba llena de quistes, pero la operación fue bien. Continuamos con la Napro, pero no conseguimos que me quedara embarazada”, continúa Raquel.
El varapalo fue tal que lo dejaron e iniciaron en 2018 un proceso de adopción. “Y mientras estaban en tal proceso estalló la pandemia”, dice Raquel. En junio de 2020, sin embargo, llegó una noticia inesperada: Raquel, por fin, se había podido quedar embarazada. Era una auténtica alegría para ella y para Pablo. “Enseguida llamé a la doctora porque cuando ha costado tanto fecundar, luego el embarazo es de gran riesgo. Además, mi ginecólogo habitual me daba cita hasta la semana ocho para una ecografía y la doctora me hizo una analítica a los dos días. En la semana seis, ella, como me tenía controlada, vio que podía perder el bebé”, rememora.
Pero gracias a la dedicación de la doctora, el embrión pudo aguantar con suerte y seguimiento. “Ella me seguía más a mí y mi salud y mi ginecólogo el embarazo como tal”, valora. Finalmente, Mateo nació en 2021 provocando la emoción de su madre y, cómo no, de su padre. Ahora, está en busca de un segundo hijo, con ayuda de la Naprotecnología, pero de momento habrá que esperar. Esta misma semana Raquel se ha sometido a una cirugía en Madrid porque su endometriosis ha pervivido. “Quiero sanar y después Dios dirá”, termina.
Estos han sido los testimonios de tres familias que han conseguido tener hijos, pero que eran conscientes de que la Naprotecnología “no promete un bebés”. Tamara Falcó los quiere, y por ello “desde hace varios meses” está “con un método natural”, la Naprotecnología. Aun así, los que han hecho uso de ella coinciden e insisten en que “existe la posibilidad de que no se quede embarazada, pero mejorará en salud y autoconocimiento de su cuerpo”.