ABC. Olivia Maurel es una de las pocas personas en el mundo que denuncia ser hija de esta práctica: «La gente no habla por el conflicto de lealtad con los padres. Tienen miedo de perderlos por segunda vez».
Olivia Maurel luce hoy un traje de chaqueta celeste, a juego con su mirada. Una transparente, casi traslúcida, y a la vez impenetrable mirada. Es martes, 18 de junio, y acaba de protagonizar un discurso abolicionista de la maternidad por subrogación en la sede de la ONU en Ginebra. Ella nació en Louisville, en Kentucky (Estados Unidos), pero su cuna se trasladó pronto a Francia, a una familia acomodada donde nunca le faltó de nada, reconoce. Poco después de su intervención en la ciudad suiza concede una entrevista por videoconferencia a ABC. A pesar de la cercanía que posibilita el mundo digital, pronto refleja el vacío que se adivinaba en su mirada: continúa buscándose. Al nacer le arrebataron, dice, a su madre, su identidad y su historia médica. «Es una hoja en blanco, un agujero negro. Tengo un árbol genealógico con un agujero donde no hay ninguna respuesta».
Sus progenitores franceses no le comentaron hasta los 17 años de dónde venía. En realidad, fue su padre biológico el que, acorralado por la prueba de ADN que ella había conseguido, lo confesó. Ella sabía que algo no iba bien. Tenía problemas psicológicos, sentía el vacío (carecía de fotos en álbumes donde su madre estuviese embarazada; o por la diferencia física con ella), y lo «llenaba con alcohol y marihuana» y tuvo depresión y una tentativa de suicidio.