
ReL. Yo prefiero hablar de respeto al otro. La persona que vive junto a mí merece un respeto; etimológicamente, respetar viene de re-aspicere, o sea, mirar y volver a mirar al otroArtículo.
¿Qué es un parásito? La Biología, o incluso un simple diccionario, describen un parásito como “organismo animal o vegetal que vive a costa de otro, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo”. La definición no habla de la solución final, pero si debilitas a cualquier organismo, al menos indirectamente, ya estás adelantando su muerte. Coloquialmente podríamos decir que vive “chupándole” su vida, su sangre, a su hospedador. Y cuando no hay más vida que chupar, el parásito busca otro hospedador, otro organismo en quien hospedarse.
Unos pueden transmitir enfermedades graves, otros un cierto empobrecimiento, debilitamiento, depauperación. Pero unos u otros nunca son inocuos, siempre van dejando su huella.
Tenemos aquí una imagen muy gráfica de lo que son las ideologías, sean grandes o pequeñas, sean transmisoras de enfermedades graves y virulentas o simplemente debilitadoras, erosionadoras de nuestra humanidad. Y ahí podemos encuadrar al capitalismo, al comunismo, al “genderismo” o ideología de género y a otros tantos absolutismos. Y es que toda ideología, por su misma naturaleza, es absolutista y anti-dialogante. No le gusta el diálogo, el verdadero diálogo, en el que emisor y receptor se miran, se encuentran, se respetan, y tratan de caminar juntos hacia un fin común… Las ideologías no dialogan con el hombre concreto, con Pepe Pérez, un hombre de carne y hueso, material pero abierto a lo trascendente; un hombre que se realiza en el encuentro, en la relación, con otros hombres y con Dios.
La ideología, toda ideología, busca mi bien individual, subjetivo. Y sabemos que muchas veces ese bien individualista presupone el olvido del otro, cuando no su desprecio, su utilización para mi crecimiento personal. El otro deja de ser un ‘alguien’ para convertirse en un ‘algo’, un medio para mi bien, una escalera para subir un peldaño más. Se habla mucho de tolerancia. “Tolero” al otro, pero en el fondo esa tolerancia es una mezcla de indiferencia y asco por el otro. Me da lo mismo la persona que está al lado, y solo me interesa en tanto en cuanto me pueda ayudar a conseguir mi fin subjetivo e inmediato.
Yo prefiero hablar de respeto al otro. La persona que vive junto a mí merece un respeto; etimológicamente, respetar viene de re-aspicere, o sea, mirar y volver a mirar al otro. Y en ese mirar y remirar ambos, él y yo, buscamos crecer juntos, buscamos el bien común, el bien justo que ambos merecemos y necesitamos. Fruto de ese mirar y remirar surge un proyecto común, una de las definiciones fenomenológicas de familia. El varón mira a la mujer, la mujer mira al varón, y ambos mirar juntos hacia el horizonte, hacia un proyecto común de amor y crecimiento juntos. Un crecimiento sobre todo en amor, aunque también en número, en los hijos que vienen a ampliar ese proyecto común.
He citado tres ideologías, quizás la más típicas de los últimos siglos en el ámbito socio-político. El capitalismo exprime a su huésped para obtener el máximo capital. Y cuando ya no hay más capital que obtener, vuela a otro huésped. Por ello, en el capitalismo como ideología, el “capitalismo salvaje”, interesan tan poco el niño no nacido, el enfermo, el discapacitado, el anciano. Es legítimo cierto capitalismo, la utilización del capital, la propiedad privada, el trabajo empresarial… Pero si se absolutizan estos principios, dándoles más peso que al ser humano, el capitalismo se hace parásito.
Podemos decir lo mismo del comunismo, esa ideología que, con capa de buenismo, busca el bien “de todos”, propiamente hablando del Estado. Sin embargo, ese bien del estado es casi solo el bien del gobernante; los demás son piezas, solo piezas, de mi construcción e idea del Estado. Ese comunismo no se extinguió con la disolución de la URSS y vemos cómo gana terreno, encarnado en nuevos partidos populistas y demagógicos.
La ideología de género podríamos definirla como un parásito “de última generación”, más complejo, más refinado, más elaborado. Pero, por lo mismo, también más peligroso. Se vende como defensor de la propia libertad. Pero si rascamos un poco, presupone una libertad absoluta, que no existe; un ser humano desencarnado, despersonalizado y al margen de su cuerpo. Se nos quiere hacer creer que somos una mente omnipotente: lo que pienso, el modo como me percibo es tan real que da lo mismo mi cuerpo físico. Sin embargo, la realidad material está ahí, implacable, y reclamando su lugar. No somos ni solo mente o espíritu ni solo cuerpo; ambas partes son importantes e inseparables.